Un sujeto gramatical, como tal, es un elemento cuya presencia no resulta de una elección. En efecto, el que habla no elige entre usar sujeto o no, pues por definición, de todas formas, el sujeto es lo que 'debe' ser añadido al predicado para hacer una aseveración en aquellas lenguas en que tenemos derecho a hablar de sujeto. Por lo cual, puesto que la introducción de la función sujeto no es nunca asunto de elección, podemos decir que ella está priva da de significado. Una consecuencia formaI de esto es la tendencia a eliminar cualquier signo o marca de la función sujeto, de manera que un significante cero correspondería a un significado cero. (pp. 129 – 130)
- Martinet (1976)

Un sujeto es diferente de un complemento únicamente porque es constitutivo del enunciado mínimo, Por lo mismo, siempre que hablemos de un sujeto nos referimos a una situación lingüística en la que el sujeto y el predicado son ambos igualmente indispensables, puesto que nuestro criterio es la indispensabilidad y surge el problema de responder qué es el uno y qué el otro. Si nuestra terminología tiene sentido, el sujeto sería agnello que de alguna manera estará más próximo a los elementos marginales y facultativos del enunciado: así, en muchos idiomas, como el inglés y francés, la función de sujeto puede atribuirse a monemas (nominales) que en cualquier otro sitio pueden asumir la función de complementos; en español y latín pueden asumir la función de sujeto, ademas de estos monemas, ciertas modalidades del predicado, como en 'oyen', 'audiunt'; en otros, como el malgache, los monemas con la función de sujecto deben ser notados como previamente conocidos o mencionados, lo que los muestra como marginales respecto a la información. La posibilidad de que algunos idiomas no distingan claramente entre dos aseveraciones sucesivas y la sucesión formada por sujeto + prcdicado no puede desestimarse. (pp. 89 – 90)
- Martinet (1976)

El sujeto, definido como lo que necesariamente acompaña al predicado, es una función de ciertas clases de monemas que, siguiendo las huellas de la tradición, podríamos llamar monemas nominales y pronominales. (p. 72)
- Martinet (1976)