Si la forma de cada monema fuera un gruñido inanalizable, habría una solidaridad completa entre sentido y forma oraI. El significado ejercería influencia directa sobre la forma, y la forma sobre el significado, de lo que resultaría que a cada instante el comunicante se vería tenta do a adaptar su pronunciación a los matices particulares de significado que deseara transmitir a su auditorio. Como resultado final, forma y significado estarían en un estado permanente de vacilación y esto impediría la fijación de unidades significativas discretas, que es lo que realmente san los monemas de nuestras lenguas, gracias a sus formas bien definidas y estables. La articulación de los significantes mediante una sucesión de fonemas impide prácticamente que la significación de una palabra dada ejerza influencia alguna en su forma específica. (p. 42)
- Martinet (1976)