Otra aportación esencial de la investigación moderna al problema del cambio lingüístico es el establecimiento de una relación entre la frecuencia de una unidad lingüística y su forma; de manera que un cambio en la frecuencia puede acarrear un cambio en su aspecto fónico. Esto, que es consecuencia de la teoría de la información selectiva, se aplica a unidades de ambas articulaciones: lo mismo a fonemas que a monemas. Ello conduce a la conclusión de que, puesto que el aumento de frecuencia de una unidad no es otra cosa que el aumento del número de veces que tal unidad se usa, cualquier nuevo uso de una unidad lingüística contribuye, aunque sólo sea de manera infinitesimal, a un acrecentamiento de su frecuencia. (p. 178)
- Martinet (1976)

Aunque concedamos que los impulsos para los cambios lingüísticos se han de buscar entre las necesidades de comunicación humana, sin embargo, los cambios no tendrán lugar sin relación con las formas orales existentes, y las unidades distintivas de la lengua formarán un baluarte contra toda deformación caprichosa. (p. 101)
- Martinet (1976)