En cualquier etapa, la estructura de la lengua no es otra cosa que un equilibrio inestable entre las necesidades de comunicación, que requieren unidades más numerosas y más detalladas, pero de uso relativamente raro y la inercia humana, que prefiere unidades menos abundantes, menos específicas y de empleo más corriente. La acción reciproca de estos dos factores principales constituye la esencia de la economía lingüística. (pp. 182-183)
- Martinet (1976)

La inercia, combinada con la redundancia, impide que se extiendan, a todas las partes de la estructura del idioma, las repercusiones de algún cambio inicial. (p. 181)
- Martinet (1976)