Otra aportación esencial de la investigación moderna al problema del cambio lingüístico es el establecimiento de una relación entre la frecuencia de una unidad lingüística y su forma; de manera que un cambio en la frecuencia puede acarrear un cambio en su aspecto fónico. Esto, que es consecuencia de la teoría de la información selectiva, se aplica a unidades de ambas articulaciones: lo mismo a fonemas que a monemas. Ello conduce a la conclusión de que, puesto que el aumento de frecuencia de una unidad no es otra cosa que el aumento del número de veces que tal unidad se usa, cualquier nuevo uso de una unidad lingüística contribuye, aunque sólo sea de manera infinitesimal, a un acrecentamiento de su frecuencia. Esto automáticamente arrastra un descenso de su contribución a la información y una tendencia a reducir su coste, es decir, el gasto de energía que se requiere para su memorización y producción. Tal reducción determinará probablemente cambios en el aspecto fisico de la unidado Todo esto podría resumirse diciendo que, por extraño que suene, un idioma cambia porque se usa. La gente, por lo regular, no es consciente de que tenga lugar cambio alguno en su idioma. (p. 178)
- Martinet (1976)